lunes, 23 de enero de 2012

EL “CURA MOTERO” DEL GRAN HERMANO DE ESPAÑA, ESTARÁ CON UN “DRAG QUEEN”

DE LA DESCOMPOSICIÓN DE LA VIDA RELIGIOSA AL “GRAN HERMANO”



Con motivo del reciente escándalo generado por la participación de un religioso español (ya suspendido a divinis por sus superiores) en el programa televisivo “Gran Hermano”, el escritor católico Juan Manuel de Prada, escribe un acertado artículo en Religión en libertad, en el que analiza alguna de las causas y la lógica tal desmadre: Reproducimos estos párrafos:

 “Empezaron por jubilar el hábito y sustituirlo por ropas seglares, siguieron por alejarse de la observancia rigurosa de sus votos... y acaban cobijando miembros que se pirran por participar en Gran Hermano. Y todo ello por asimilarse mejor al mundo, por servir más plenamente al hombre; lo cual, consumado el deslizamiento original, es de una lógica implacable.
Hubo un tiempo en que las comunidades religiosas tenían prohibido el uso de la televisión, por considerarse que debilitaba el espíritu de la vida comunitaria. Se permitió luego su uso a la comunidad como tal, para finalmente transigir con su entrada en las celdas o habitaciones individuales de los religiosos. Y, paralelamente, se propagó la grotesca y nefasta idea de que la evangelización tendría que lograrse a través de los «medios de comunicación»; en lo que se desprecia el ejemplo del mismo Cristo, que confió la propagación de su Evangelio al testimonio personal y directo, de corazón a corazón. Únase a esto el debilitamiento de los votos de obediencia, que antaño vinculaban a todos los miembros de una comunidad religiosa a perseguir en común los fines del instituto y que hoy han cedido ante el espíritu de independencia y emancipación igualitaria de sus miembros (pero si la vida consagrada hubiese de satisfacer la independencia y emancipación de sus miembros no existirían institutos religiosos: es del género tonto entrar en una comunidad para hacer por cuenta propia las cosas cuya realización en común es la causa de asociarse). El cura que participa en Gran Hermano no es, en fin, sino un producto natural (exagerado y desquiciante, si se quiere; pero natural) de la descomposición de la vida consagrada. La fértil e irreverente imaginación de Buñuel, puesta a urdir un esperpento religioso, no lo hubiese hecho mejor”.

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