sábado, 5 de noviembre de 2011

Manipulación de la religión

Román José Sandia

Viernes, 4 de noviembre de 2011

Hugo Chávez aparentaba ser indestructible hasta hace unos meses. Hoy es un paciente más de cáncer. Hay miles de venezolanos que también sufren esa terrible enfermedad pero no tienen a mano los recursos que él, como privilegiado ocupante de Miraflores, posee y ha usado.
Él puede decir que está curado y que es la prueba del milagro que le falta al doctor José Gregorio Hernández para ser canonizado, pero en realidad ningún médico que haya tratado su cáncer ha declarado sobre el tema. Lo que debería ser un trámite normal (entregar un parte médico, firmado por los especialistas a cargo) se ha convertido en un misterio, digno de todas las dictaduras del socialismo del siglo XX. Así fue tratada la información, por ejemplo, sobre los padecimientos de Stalin, el padrecito de los pueblos.
Hugo Chávez no es, ni de lejos, una inteligencia superior ni un genio de la Política. Es, como lo dice el narrador de Doña Bárbara, alguien que aprovecha las circunstancias para hacer el mal. Ya varios psiquiatras han  adelantado algún diagnóstico sobre la estructura de su personalidad, arriesgando –por cierto- el ejercicio de su profesión y hasta el ver sus huesos en la cárcel, porque el régimen ha decretado que la materia no puede ser tratada en público. Lo cierto es que Chávez ha hecho de todo para utilizar el imponderable de su enfermedad.
La salud de Chávez ha sido convertida en espectáculo religioso o pseudo-religioso. Hemos visto la transmisión en cadena de radio y televisión de toda clase de ritos. Desde el sacramento de la extremaunción impartido por parte un obispo de la Iglesia católica, donde además de los santos óleos recibió la comunión el mismo personaje que llamó “tumor” a la Iglesia de la mayoría de los venezolanos y declaró que el Papa no representaba a Cristo en la Tierra. (Que se sepa, Chávez no se ha arrepentido de tales blasfemias). También se han transmitido actos supuestamente ecuménicos (alguno desde Nueva York, petrodólares mediante), donde lo que más ha brillado es la intervención de la magistrada Luisa Estela Morales como insuperable adulante, revelando sus imprecaciones a Dios.
No ha faltado un rito de santería cubana, llamado bilongo. Los últimos episodios incluyen la peregrinación a la iglesia del Santo Cristo de La Grita en pago de una promesa cuya penitencia parece ser seguir en Miraflores (el repentino piadoso también ha ofrecido recursos para ampliar y refaccionar el sitio de peregrinación),  y su conversión en devoto del médico de los pobres, aún no declarado santo por la jerarquía católica.
Tales actos o ritos deberían estar constreñidos a la intimidad de quienes creen en tales cultos. Haberlos transmitido en cadena nacional y haber manipulado una enfermedad tan cruel en anuncios televisivos y radiales, además de haberla convertido en pasto de la jaladera de cuanto funcionario tiene la oportunidad, representa una marca mundial de burda propaganda y búsqueda de la conmiseración general, que ni a Fidel Castro se le ocurrió cuando estuvo más cerca de la pelona en 2006. 




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